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Freud y la cocaína ¿experimentos con uno mismo?

El psicoanálisis emerge históricamente en el punto en que la práctica médica encuentra su límite. En una realidad cultural signada por la represión y la tradición positivista fue necesario que Freud tropezara con serios obstáculos y que haya sabido no descuidarlos, para que se autorizara a apartarse del discurso dominante.

No sólo las histerias asomaban como obstáculo en aquellos primeros pasos del camino abierto por Freud, su relación con la cocaína también constituyó un atolladero que logró sortear produciendo incluso una ruptura con el saber médico en momentos en que a través de destacadas labores investigativas como neurólogo aspiraba a alcanzar un renombre dentro de la comunidad científica. [1]

Suele decirse que la falta de escritos específicos sobre las toxicomanías en la obra freudiana constituye una especie de punto ciego vinculado con su propia potencialidad adictiva, o más aún, que su affaire con la cocaína en los años 1880, habría bloqueado la elaboración teórica sobre este particular. Esta explicación, si bien introduce una disyunción entre droga y palabra que no deja de ser interesante, es rebatible en lo que a adicción se refriere, si se considera que Freud alcanzó la edad avanzada en admirables condiciones de agilidad y lucidez mental.

El 30 de abril de 1884, con tres años en la profesión de médico, Freud comienza a experimentar - sobre sí mismo, sobre Martha y sobre otros – los efectos de la cocaína. Habiendo leído los experimentos de Aschenbrandt sobre la administración de droga a soldados en maniobras con el fin de combatir la fatiga, intentará averiguar por qué vía la cocaína podía aliviar la angustia y la depresión.

La carta del 21 de abril de 1884 en la que anoticia a Martha sobre "un proyecto terapéutico y de esperanza" es el primer antecedente sobre el asunto: "He leído últimamente algunas cosas sobre la cocaína, el ingrediente activo de las hojas de coca que algunas tribus de indios mastican a fin de aumentar su resistencia al hambre y la fatiga.

Un alemán (se refiere a Aschenbrandt, 1883) ha probado este producto con algunos soldados y afirma que efectivamente sirve para hacerles más fuertes y resistentes. Ahora he hecho un pedido y por razones evidentes voy a probarlo en casos de enfermedades cardíacas y después de agotamiento nervioso, sobre todo en el terrible estado que se produce cuando deja de tomarse morfina (como en el caso del Dr. Fleischel)".

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Sus experimentos prometedores lo llevan a escribir Über coca, un artículo que sienta precedentes en los anales de la investigación científica porque introduce la cocaína en la medicina y satisface en todos los sentidos las exigencias que incumben a este género: descripción botánica de la planta, datos históricos detallados de su utilización en Perú, recorrido completo de la literatura científica que le había sido consagrada, fórmula química del alcaloide, estudio de los efectos en los animales, repertorio de lo que se sabe de sus efectos en el hombre con aporte de una experimentación original y un análisis argumentado de sus numerosas indicaciones en función de hipótesis que conciernen a las vías y a los modos de acción fisiológica del producto.

Para situar el alcance de Über Coca, sería conveniente dejar de lado lo que hoy evoca el término cocaína y acomodarnos al hecho de que ésta no era entonces para nada un producto prohibido. La prohibición data de 1906. En los años 1880, la cocaína gozaba en los Estados Unidos de una inocente preferencia que superaba ampliamente los círculos médicos.

El consumo de vinos que contenían coca – los vinos Mariani – era cosa popular. Cuando Albert Niemann [2] logra aislar el principio activo de la materia prima del Vino Mariani, la cocaína se vuelve objeto de una campaña promocional montada por Parke & Davis y otros laboratorios interesados en su distribución mundial. La propaganda emplea lemas similares: "No pierda tiempo, sea feliz; si se siente pesimista, abatido, solicite cocaína."

La Coca-Cola iba a contener cocaína hasta 1903. La asociación contra la fiebre del heno había adoptado la cocaína como remedio oficial. En suma, el entusiasmo era casi general con respecto a este maravilloso sustento que fortifica el sistema nervioso, ayuda a la digestión, estimula los cuerpos fatigados, calma los dolores y libera de la toxicomanía a aquellos que están enredados en ella. La situación era muy diferente en Europa, donde se hablaba muy poco de la cocaína.

No hay que excluir que el interés suscitado por Über Coca se haya debido al hecho de que se trataba del mejor estudio europeo escrito hasta entonces. Es de notar, además, que el status que reviste nosológicamente la neurosis en sus inicios (1785), conforme con el modelo anátomo-clínico, responda a un modelo "lesional".

De allí Allouch infiere que "si el discurso médico en el cual se inscribe se caracteriza por tomar su apoyo sobre el significante-amo de la lesión, la cocaína será ese objeto que en el lugar del Otro, dará consistencia a lo supuesto de esta lesión al ratificar en contrapunto su verdad. De allí que la cocaína no es y no podría ser un medicamento entre otros. Ella encarna, por confirmar la lesión, lo que es necesario designar como lo que es el medicamento. Resulta de ello que su acción no podría ser unívoca pues esta univocidad dejaría lugar a otra acción posible y, entonces, a otro medicamento. Über Coca marca esta posición eminente."

Por lo demás, el artículo muestra un tono de entusiasmo que Bernfeld no deja de destacar: Freud escribe por ejemplo acerca de un “don” (Gabe) de cocaína allí donde hubiese debido hablar, en términos científicos, de una dosis. Bernfeld extrae de ello, con razón, la conclusión de que ese texto está atravesado por una “corriente subyacente muy persuasiva”.

Freud le escribe a Martha y habla allí de su texto como de un “cántico a la gloria de la cocaína”, confirmando así lo que le decía el 25 de Mayo cuando acababa de curar con coca a un enfermo afectado de un catarro gástrico: “Si todo va bien, escribiré sobre esto un artículo y espero que la cocaína se colocará al lado y por encima de la morfina.

Ella hace nacer en mí otras esperanzas y otros proyectos. La tomo regularmente enmuy pequeñas dosis para combatir la depresión y la mala digestión y esto con el más brillante éxito. Espero lograr suprimir los vómitos más tenaces, incluso si son debidos a algún grave padecimiento; en resumen, sólo ahora me siento médico pues he podido acudir en ayuda de un enfermo y espero socorrer a otros.”

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Jean-Luis Brau en su Historia de las drogas, refiere que el amor tuvo la culpa de que el fundador del psicoanálisis no fuese el primero en descubrir las propiedades anestésicas de la cocaína. Se refiere al hecho de que cuando Freud decide emprender sus dos investigaciones paralelas: sobre los efectos anestésicos y como posible cura para la adicción de los morfinómanos, su novia, que residía en Hamburgo, lo llamó para que acudiese a verla, y Freud encargó a su colega, el doctor Köningstein que continuase sus trabajos, quien a su vez se remitió al doctor Koller para terminar los experimentos.

Koller logró utilizar la cocaína como anestésico local y resumió su descubrimiento en una comunicación a la Sociedad Oftalmológica de Alemania el 15 de septiembre de 1884, adquiriendo la posición célebre ante la comunidad científica tan añorada por Freud.

Luego de recetar cocaína en pequeñas dosis como antidepresivo, Freud publica sus Escritos sobre la cocaína donde sugiere seis campos para su aplicación terapéutica: 1) como estimulante, 2) para trastornos gástricos, 3) para la caquexia (pérdida de fuerzas y reservas alimenticias), 4) para curar a morfinómanos y alcohólicos, 5) en aplicaciones locales, y 6) como afrodisíaco.

Pero el pharmakon [3] reveló rápidamente su cara diabólica. Fleischl, su muy admirado colega, quien tomaba morfina para luchar contra los dolores causados por la amputación de un dedo de la mano, sucumbirá lentamente a los efectos de la cocaína recetada por Freud. Fleisch murió adicto a esta última. Freud cargó con esa muerte llevándola como acusaciones de su Superyó durante largo tiempo, como lo testimonió el sueño de “La inyección de Irma”.

Este trágico desenlace ha sido tal vez una de las razones más poderosas que empujaron a Freud a insistir en el tratamiento por la palabra, descreyendo de los fármacos que asomaban entonces.

Pues si, como señala Pierre Eyguesier [4], el encuentro de Freud con la cocaína marca "la puerta de entrada para la experiencia psicoanalítica de una manera tan decisiva como el autoanálisis", su ulterior abandono como pharmakon es concomitante al descubrimiento de la dependencia de las producciones histéricas a los hechos de lengua, lo que abrió la posibilidad del paso al tratamiento por la palabra.

En julio de 1885 Erlenmeyer prueba el tratamiento propuesto por Freud, pero observó que aparecían síntomas de estrés físico y mental en los pacientes durante el período de consumo y de abstinencia de este fármaco, que causaban alucinaciones visuales y auditivas, así como un síndrome maníaco agudo.

Estos estudios hicieron que Erlenmeyer discutiera la ligereza con la que Sigmund Freud recomendaba el empleo de la droga como tratamiento de deshabituación de la morfina. Cuando Louis Lewin lanza un escandaloso ataque a las opiniones de Freud, que defendían a la cocaína como sustancia incapaz de provocar daño alguno, y se opone a su utilización para el tratamiento de los adictos a la morfina, Erlenmeyer se suma a la embestida y acusa a Freud de haber desatado sobre el mundo "el tercer azote de la humanidad", después del opio y del alcohol.

Desde los inicios de sus investigaciones Freud avizoraba en la cocaína un medio poderoso para aliviar y hasta suprimir sus propios sufrimientos. Desde sus primeras experiencias efectuadas sobre sí mismo, adhiere con entusiasmo a las tesis de Mantegazza, para quien la cocaína resultaba casi universalmente eficaz para mejorar los desórdenes funcionales agrupados bajo el nombre de neurastenia.

Freud llamaba así al conjunto de manifestaciones patológicas que por entonces él mismo padecía: estados transitorios de fatiga, apatía, depresión, trastornos digestivos, crisis de ansiedad, síntomas neuróticos que perturbaban principalmente su capacidad de trabajo intelectual.

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Dirá Freud: “El efecto psíquico del cloruro de cocaína en dosis de 0.05 a 0.10 gramos consiste en optimismo y una duradera euforia, que no muestra diferencia alguna con la euforia normal de una persona sana. No aparece la sensación de excitación que acompaña los estímulos producidos por el alcohol.

También produce la característica necesidad de emprender inmediatamente alguna actividad, típica del alcohol. Se nota un aumento del control de uno mismo y también que uno tiene gran vigor y es capaz de trabajar; por otro lado, si uno se pone a trabajar echa de menos ese aumento de la fuerza mental que el alcohol, el té o el café producen. Uno se encuentra sencillamente normal, y pronto le resulta difícil creer que se encuentra bajo los efectos de una droga.” Y: “He comprobado en mí mismo unas doce veces este efecto de la coca, que suprime el hambre, el sueño y la fatiga, y permite acentuar el esfuerzo intelectual.”

La acción de la cocaína se revela benéfica tanto para anestesiar las necesidades fisiológicas y hacer olvidar los dolores, como para despertar y motorizar el rendimiento físico e intelectual. Freud se hacía lenguas de la prodigiosa acción estimulante de la coca: “Todos las opiniones concuerdan en que la euforia despertada por la coca no va seguida de ningún estado de lasitud, de ningún tipo de depresión.”

Fernando Geberovich afirma que: “la cocaína pasó a ser para Freud el antídoto mágico, de un lado para anestesiar todo lo que, de fuente interna o externa, arriesgara ser un obstáculos que lo alejara de sus ideales, y del otro para estimular todo aquello que lo acercaba a ellos; ideales que pueden resumirse en una doble representación: la Naturaleza y sus secretos, Amor y Ciencia, Femenino y Pensamiento.

Pero este “protector químico de los ideales” se transformará rápidamente en ídolo todopoderoso, como lo atestigua esta carta a su novia: “¡Ten cuidado, Princesa mía! Cuando vuelva te besaré hasta que quedes toda roja. (...) Este muy conocido pasaje muestra que, cuando el objeto de investigación pasa a ser el objeto en el cuerpo, el remedio se transforma en sustancia mágica a glorificar, y no podemos menos que constatar un fenómeno de erotización del ideal.

Sobre este punto de coalescencia de lo mágico y de lo científico que Uber Coca deja traslucir, y que ha sido descuidado en la biografía freudiana al punto de reducir la relación de Freud con la cocaína a un simple episodio, como se verá, se asienta la tesis que Allouch desarrolla en “Letra por letra” cuando señala que “es por haber escrito su experiencia ligada a la cocaína en términos ligados a las exigencias universitarias de un discurso científico, que Freud llegó a renunciar a los “beneficios” de esta substancia tan ponderada.”

Mientras Jones relega el asunto a un hecho episódico juvenil y a una falta de espíritu crítico que le impidió dar su verdadero alcance al hecho. Bernfeld asevera que el entusiasmo de Freud por conseguir cierto potenciamiento gracias a la droga no perseguía otro fines que los del trabajo; cuando, en rigor de verdad, en sus cartas a Martha abundan fascinantes metáforas guerreras organizadoras de la relación con su novia y sugerentes alusiones sobre los efectos “mágicos” del fármaco como realizar sin fatiga largos trabajos, mantenerse despierto o controlar el apetito, esto último lo lleva incluso a considerar la posibilidad de prescribirla para evitar los vómitos.

Por otra parte, Byck, pródigo en elogios, se afana en presentar a Freud como precursor de la psicofarmacología, en una línea cercana a la de Moreau de Tours como la del experimentador que se toma a sí mismo como cobayo [5]; presentación desatinada [6] considerando que Freud se apartó tempranamente de sus investigaciones farmacológicas.

Con un tono de manifiesta decepción Freud calificará en 1925 a la cocaína como un "allotrion", palabra griega que en los medios científicos de entonces denunciaba peyorativamente la entrada en escena de un objeto extraño al universo de la ciencia. Esta decepción asociada -como pudo entreverse hasta aquí - con la muerte de Fleisch y las duras réplicas de Lewin, Erlenmayer y otros médicos alemanes o anglosajones, no carece de importancia, pues si bien y a pesar de todos sus esfuerzos científicos, Freud no descubre el principio universal de la acción de la cocaína habrá de seguir estudiando con aspiraciones científicas, pero no con las mismas herramientas, los "principios universales" de la subjetividad.

Del obstáculo de la acción de la coca sobre la subjetividad, pasará a dedicarse en Salpêtrière cuando se reúna con Charcot, al obstáculo de la anatomía "contra" la histeria.

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Notas

[1] Con respecto a los primeros trabajos de investigación realizados por Freud, Ernst Jones señala que el concepto de unidad de células y procesos nerviosos parece haber pertenecido a Freíd, quien había hecho valiosas aportaciones sobre este tema. Aun así, el nombre de Freud no se menciona entre los numerosos pioneros de la teoría neuronal, como sí ocurrió con Wilhelm His, Auguste Forel y Ramón y Cajal.

[2] Albert Niemann fue el farmaceuta que descubrió la cocaína en forma cristalina.

[3] Pharmakon (lo que cura enferma) popularizado por Derrida, quien lo extrajo de Platón. En la antigüedad, el término pharmacon era utilizado para describir tanto a los medicamentos como a los tóxicos. Pharmacon = remedio y veneno.

[4] En:Freud devint drogman.

[5] Moreau de Tours, alumno de Esquirol, es considerado el padre de la psiquiatría experimental y el iniciador de los estudios sobre las farmacopsicosis; experimentos, estos, que lo llevaron a consumir hachís en su laboratorio. En su obra princeps, Du hachisch et de l'aliénation mentale (Del hachís y de la alienación mental), publicada en 1845, consideraba que los efectos de esa planta constituían "un medio poderoso y único de exploración en materia de patogenia mental".

[6] Puede consultarse el artículo titulado "Maldita cocaína”, publicado por Página 12 el 2/04/2000, que destaca las intenciones políticas que subyacen en Byck al presentar a Freud como precursor de la Psicofarmacología. http://www.pagina12.com.ar/2000/suple/radar/00-04/00-04-02/nota1.htm

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[7] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Peter Sloterdijk; Experimentos con uno mismo; Abstinencias, drogas y ritual" En Revista Oxigen, Nº 20 Febrero, 2006, (España),UE. http://www.revistaoxigen.com/Menus/articulos/vasquezrocca/sloterdijk.htm

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Bibliografía

ALLOUCH, Jean. Letra por letra. Traducir, transcribir, transliterar. Editorial Edelp BERNFELD, Siegfried. “Les etudes de Freud sur la cocaine”, en Robert Byck, De la cocaine

BRAU, Jean-Luis. Historia de las drogas. Ed. Bruguera

EYGUESIER, Pierre. Freud devint drogman

GEBEROVICH, Fernando. Un dolor irresistible. Toxicomanía y pulsión de muerte. Ed. Letra Viva.

JONES, Ernst. Vida y obra de Sigmund Freud 1. Ed. Horm

FREUD, Sigmund. Uber coca en Escritos sobre la cocaína. Edit. anagrama

FREUD, Sigmund. Epistolario II. Hyspamerica

Rosa Aksenchuk [*]

Psicoanalista. Licenciada en Psicología. Universidad de Buenos Aires. Editora
Asociada de la Revista Observaciones Filosóficas 03 de enero de 2008

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